EL AGUA
Con cada vez más presencia, el agua
se está convirtiendo en un valor añadido en muchas cartas de los restaurantes.
A su vez cada vez más podemos encontrar concursos, catas de agua. Al igual que
el vino, el aceite, el queso… Un catador de agua debe ser capaz de evaluar la
calidad del agua de consumo de boca a partir de sus características
organolépticas.
Antes de
comenzar con una cata de agua hemos de tener conocimientos básicos sobre el
ciclo del agua y sobre la relación entre el sabor del agua mineral y el terreno
del que surge, ya que el manto vegetal o bosque superior es responsable del
gusto y aroma del agua emergente.
Sobre lo
primero podemos encontrarnos:
-
Agua
mineral natural: brota del manantial de forma natural. Ha de mantener sus características
minerales y biológicas (color, olor, sabor, turbidez o sedimentación)
-
Agua
de manantial: de igual definición que la anterior, pero de menor riqueza
mineral.
-
Agua
potable: la de cualquier procedencia que ha sido sometida a tratamientos con el
fin de garantizar su estabilidad bacteriológica.
-
En cuanto a
lo segundo el agua se clasifica por ser:
-
Mineralización
débil: hasta 50 mg/l de residuo seco.
-
Mineralización
fuerte: más de 1500 mg/l de residuo seco.
-
Bicarbonatada:
más de 600 mg/l de bicarbonatos.
-
Sulfatada:
concentración superior a 200 mg/l de sulfatos.
-
Clorurada:
más de 200 mg/l de cloruros.
-
Cálcica:
concentración superior a 150 mg/l de calcio.
-
Ferruginosa:
valor superior a 1 mg/l de hierro.
-
Acídula:
contenido en CO2 libre superior a los 250 mg/LM.
-
Sódica:
concentración en sodio mayor a 20 mg/l.
La cata se
desarrolla en una sala con la temperatura entre los 20 y 22ºC y la humedad
entre el 60 y el 80%. Se utilizan unas probetas cónicas, o copas, que permiten
una mejor olfacción y degustación. El tiempo de cata es de unos 5 segundos, si
bien a temperaturas superiores a los 22ºC, los componentes aromáticos se
perciben ya a partir de los 3 segundos. Las fases de la cata, en definitiva
son:
-
Fase
visual: en la que se aprecia si el agua es transparente o brillante.
-
Fase
olfativa: en la que se puede diferenciar entre si es agradable o terrosa.
-
Fase
gustativa: en la que se distinguen (alcalina o dura, dulce, ácida o salada,
agradable o terrosa). Para las aguas con gas: se valora su finura, la persistencia
y lo carbónico.
Según
sus propiedades de consumo:
-
No
potables: Son aquellas que no son aptas para el consumo humano.
-
Potables:
Son las aguas que son aptas para el consumo humano. Se consideran aptas
aquellas aguas que no tienen materias disueltas perjudiciales para la salud.
(sustancias en suspensión o microorganismos).
Según la cantidad de minerales que
tengan disueltos:
-
Duras:
son las que tienen muchos minerales como el calcio y el magnesio. Esta agua se
caracteriza porque produce muy poca espuma cuando se junta con el jabón. Otra
de las características de las aguas duras son la cantidad de residuos que dejan
en le vaso cuando el agua se evapora o en los cacharros después de hervirla.
Estos mismos residuos se incrustan en los lavavajillas o lavadoras y las
estropean más que las aguas blandas. Las aguas duras suelen proceder de fuentes
subterráneas en las que el agua ha tenido que atravesar diferentes capas de
minerales. La disolución y arrastre de estos minerales es lo que le proporciona
la dureza.
-
Blandas:
Son las que tienen muy pocos minerales. Producen mucha espuma cuando se mezclan
con el jabón. Las aguas de pozo o aquellas que proceden de aguas superficiales
suelen ser aguas blandas. El agua más blanda es el agua destilada que no posee
ningún mineral. El agua destilada no es apta para el consumo humano.
Según la procedencia de las aguas:
-
Aguas
superficiales: Son las que proceden de los ríos, los lagos, los pantanos o el
mar. Esta agua para que resulten potables, deben someterse a un tratamiento que
elimina los elementos no deseados, tanto las partículas en suspensión como los
microorganismos patógenos.
-
Aguas
subterráneas: Son aquellas que proceden de un manantial que surge del interior
de la tierra o la que se obtiene de los pozos. Esta agua presentan normalmente
un grado de contaminación inferior a las superficiales, pero, en la mayoría de
los casos, deben tener un tratamiento previo antes de ser aptas para el consumo
humano.
Maridaje de aguas, un trío de
sensaciones.
No
vamos a hablar de aguas de diseño, ni de las propiedades minero-medicinales,
vamos a comentar su maridaje. Pero no sólo el maridaje agua-comida, si no que
vamos a hacer un trío: agua-vino-comida. Un menaje a-trois de sensaciones.
Las
aguas están más de moda que nunca. Los diferentes tipos, composiciones y
diseños has llamado la curiosidad de los consumidores y los medios. El agua
embotellada refleja un momento socio-cultural y económico prospero. Ya no
bebemos agua por obligación o costumbre, sino por placer o salud. A partir de
los ochenta vemos que su comercialización se populariza. Y que a pesar de ser
inoloras, incoloras e insaporas empiezan a cobrar protagonismo diferentes
formatos y marcas. La cata sensorial de las aguas ha emocionado a sumilleres y
gastrónomos. En los restaurantes, junto a la carta de vinos ya existe una lista
específica de aguas.
Antes
el agua era una compañera silenciosa en una comida. Ahora pasa a ser la
protagonista junto con el vino. La pregunta ¿sola o con gas?, ya no es trivial.
Depende con que vino tomemos el agua le irá mejor el carbónico para neutralizar
la acidez o sin gas para limpiar la boca. Esta simbiosis puede provocar mayor
armonía en la comida y resaltar los aromas de un vino. Un buen resultado es
cuando el sabor del agua y su persistencia no supera la del vino y al revés.
Por eso las aguas suaves, equilibradas y ligeras deben olvidarse de los vinos
potentes, estructurados y densos. Las ricas en salinidad y fragancia no
combinan con un vino de limitado post-gusto. Agua sin gas para blancos frescos
y sencillos pero también para blancos pasados por barrica. Tal vez para los
blancos más envejecidos les conviene un agua con gas, para reavivar su final de
boca. Esta agua más tranquila será una buena compañera para los rosados ligeros
y vinos gasificados dulces. En cambio para los rosados con más estructura
necesitamos un agua más carbonatada que nos ayude a limpiar el paladar de
sensaciones. Igual que los vinos de cabernet sauvignon, garnacha, cariñena o
merlot, con taninos, acidez y crianza agradecerán agua con gas. Esta coqueta
relación entre H20 y vino puede tener múltiples excepciones. Por ejemplo, en
champagnes envejecidos un agua sin gas para recordar su post-gusto o un agua
con gas junto a un blanco para aperitivo. También es más que recomendable de
beber sorbos de agua entre vino y vino para limpiar la boca del tanino, la
dulzura y/o la acidez de su predecesor.
La
amistad entre agua y comida suele ser como la relación entre comida y bebida. O
tal vez esta última es más pasional y la del agua sea una relación más relajada
pero imprescindible. Si no tenemos la lengua bien hidratada no podemos apreciar
bien el vino. Los maridajes estrella de comida-agua reflejan como las más
minerales prefieren comidas más contundentes y que hasta pueden acompañar
carnes. Las más delicadas apreciaran comidas sutiles. Y sobre el maridaje del
vino con la comida… ¡qué teorizar que ya no se haya dicho! Podríamos resumirlo
en dos conceptos: factor sorpresa o lo semejante ama a lo semejante a modo presocrático.


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